domingo, 9 de febrero de 2014

Absurdo color

Esto no es creado sólo para hablar del instrumento que acarrea mi alma. Esto es mi diario personal ininteriormente interior, es decir, sinvencionalemente inventado pero no descubridor de mi 'yo' más interno. No nací para escribir. Nadie nace destinado a algo. Tampoco nací para tocar el piano, y camino por sus teclas con la costumbre. No nací para cantar, no nací para leer, para soñar. Y lo disfruto igual. En realidad, nadie nace para sentir y es imposible no hacerlo. No hay propósito en la nacida, en la partida de vivir. Como no sentido en mis palabras a veces inventadas. Sólo belleza buscada son pero quizá sólo mi belleza encontrada. El sonido profundo y dulcemente ahogado del saxofón me hace pensar, al igual que las teclas de un piano: nos hallamos en un mundo, que aunque suene rebelde sin causa así es: sucio. Y sin embargo, mientras las guerras y desgracias, las hambrunas y desastres, sacuden la superficie terrestre como el peor de los infiernos naturales, Córdoba resuena en mis oídos, como lo hace Mendelssohn, como lo hace Satie, Astor o Prokofiev con su nº 2. La música nos queda, nos queda la música, quédanos la música y el arte en general. Vaya, no sabía que 'quédanos' no sería aceptado por el corrector. Error, pero doble. Si el error es doble no me conformo, me gusta. Ir conociéndome anónimamente. Vaya, otro anónimamente error par.
Y miro al cielo y pienso: ¿Qué somos? No somos nada, somos algo. ¿Somos nada? No somos nada.

Somos música en el fondo.
Piénsalo.

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